REVISTA JEU, Christian St-Pierre, julio de 2017
Festival Internacional de las Artes de la Marioneta. Saguenay, Quebec, Canadá
Como continuación de La mujer blanca, performance visual y poético con máscara y marionetas que se presenta desde 2012, Magali Chouinard ofreció, en estreno mundial, Alma nómada, indudablemente la obra quebequense que más nos cautivó en el festival. Su universo monocromo por decirlo de alguna manera, compuesto de blancos y grises, sombras y luces, no es solo de una admirable coherencia estética, sino de una belleza y una vivacidad poco comunes. La obra, que dura 55 minutos, pone en escena un refinado diálogo entre la imagen, el dibujo, el cuerpo, la máscara y la naturaleza dentro de un cubo que se abre, se despliega y ofrece superficies que se prolongan y se superponen. Elaborado con juiciosas interpenetraciones, las correspondencias entre los discursos fílmico y marionético son fascinantes. En las secuencias elaboradas en colaboración con Olivier Bochenek, vemos aliarse naturalmente el stop motion, los dibujos en movimiento, las marionetas y las imágenes captadas en pleno bosque o bajo el agua. Los pasos del macro al micro, del primer plano al segundo plano, de la pantalla a la sala, de la imagen a la materia... todo pone de manifiesto una maestría técnica excepcional y una investigación estética tan fértil como singular. De esta búsqueda simbólica, misteriosa, onírica pero también carnal, carrera a través del tiempo y el espacio, persecución entre una mujer y un lobo, salimos con la cabeza repleta de imágenes.
***
ALMA NÓMADA: ENTRE POESÍA CHAMÁNICA Y MARIONETAS-TÓTEM
[FESTIVAL MUNDIAL DE TEATROS DE MARIONETAS],23 de septiembre de 2017 ,Mathieu Dochtermann
El Festival Mundial de Teatros de Marionetas acoge de nuevo este año a Magali Chouinard, quien presenta Alma Nómada, poema visual mudo en blanco y negro. Es un trabajo complejo sobre el espacio, las formas, la escala y las técnicas, que lleva al espectador a realizar un viaje en presencia de figuras tutelares, lo invita a soñar despierto y le deja ecos que resonarán en él. Estéticamente hermoso y sensible, es reconfortante y revitalizante a la vez. Un ligero y maravilloso paréntesis en medio del festival.
En 2013, Magali Chouinard presentó el personaje de la Mujer blanca en el festival, en un espectáculo del mismo nombre. Ya para entonces se trataba de una búsqueda en un universo visual poético en blanco y negro que prescindía de palabras y caras, ya que la artista actuaba enmascarada desde su entrada en la sala de teatro hasta su despedida y salida del escenario.
Se trata pues de la depuración de una búsqueda anteriormente emprendida. Aquí la Mujer blanca se encuentra de nuevo bien lejos, en territorios extraños y poéticos, en los que la realidad se difumina lentamente hasta fundirse en un largo ensueño.
Resulta difícil relatar la historia de este espectáculo. La escritura no es lineal y no se inclina por la narración: se preocupa más por las sensaciones y por provocar en el espectador una especie de meditación silenciosa, un viaje interior. Ahora bien, si esta es la intención, el espectáculo lo logra a la perfección. Sin aburrir, a pesar de que el ritmo es más bien lento, la obra induce al público a entrar en un trance que lo lleva a superponer sus paisajes interiores a las imágenes invocadas en escena.
Desde luego, en vista de lo anteriormente descrito, esta obra es eminentemente visual. Se emplean numerosas técnicas que parecieran tener como único objetivo, más allá del innegable sentido estético, el de propiciar una mezcla de los distintos niveles de realidad, para inducir un estado de relajación. Máscara, teatro de sombras, proyección de videos, marioneta corporal, cambios de vestuario, las técnicas de funden las unas con las otras de manera que nunca sabemos lo que estamos viendo: ¿es Magali Chouinard la que está detrás del velo o es una proyección de su imagen?, ¿es un video animado especialmente delicado lo se distingue en un rincón o es la sombra de una marioneta manipulada delante de un proyector? Esta confusión permite diluir la realidad y hace posible desconcertantes efectos de zoom en los que un personaje de tamaño real puede pasar, sin transición, a miniatura en una película proyectada, para luego transformarse en marioneta.
La escenografía y la puesta en escena permiten estas fusiones y confusiones, y ofrecen, además, una búsqueda estética acromática. Unas especies de cubos de papel o de tela que se amontonan desordenadamente en el proscenio representan rocas, pero en realidad disimulan ciertos accesorios que serán útiles para el espectáculo. En el centro del escenario, destaca una estructura cúbica desplegable, elaborada con velos blancos que permite esconder o revelar aspectos de la interpretación según sea necesario y servir de soporte para la proyección de películas (reales o animadas), imágenes fijas o teatro de sombras. El conjunto es de una gran elegancia.
Hermoso espectáculo, singular y poético, que invita a una agradable inmersión en un mundo simbólico tomado de la cultura amerindia (lobo totémico que termina adoptando una forma antropomórfica, cuervo).
Una visita obligada para todos aquellos que se sientan tentados a vivir esta experiencia.
***
Alma nómada:
viaje al centro de sí mismo de Magali Chouinard
La artista multidisciplinaria Magali Chouinard dice haberse inspirado en la espiritualidad origen indígena para la creación de su nuevo espectáculo.
Marie Fradette / Colaboradora / 7 marzo de 2018 /Teatro / LE DEVOIR
Sumergirse en el fondo de sí mismo para descubrir los miedos, los deseos, los lados oscuros así como los lados luminosos exige flexibilidad y apertura de espíritu. También valentía para no encerrarse en una imagen de sí mismo a veces engañosa. Con la voluntad de explorar el inconsciente y al mismo tiempo conferir una dimensión nueva y alegórica a la escena, la artista visual y multidisciplinaria Magali Chouinard hará crujir las tablas del teatro Outremont con su más reciente obra Alma nómada, en el marco del Festival de Casteliers, que tendrá lugar del 8 al 11 de marzo.
El espectáculo, armado de una simbología que deja lugar a toda posibilidad, se centra en una búsqueda tan antigua como el mundo, aquella que consiste en encontrar el niño interior. Magali Chouinard, en una conversación con Le Devoir, cuenta haberse inspirado en la espiritualidad indígena, la cual le ha dado mucho aliento al espectáculo. Sin ser una fábula o un cuento de hadas proveniente de dicha cultura, Alma nómada guarda relación con la naturaleza, con «el espíritu de los animales que guían a los indígenas y en los que encuentran correspondencias de carácter, de actitud en relación con la vida», explica la artista.
En el escenario desfilan —en forma de proyección, marionetas, máscaras— diferentes personajes, especialmente un lobo y un cuervo, quienes ilustran las distintas dimensiones que nos habitan. «Esto respondía, para mí, a esta idea de búsqueda interior, porque el lobo es un guía y el cuervo es la toma de conciencia de uno mismo, la conciencia de que uno se encuentra dentro de algo más grande que uno mismo. Son dobles internos que se encuentran, diferentes esencias de uno mismo que varían según lo que nos ocurre».
«Sin embargo, no le busquen un solo sentido a la historia que verán en escena», y añade: «Hemos hecho una puesta en escena visual y metafórica. Existe, principalmente, un hilo poético perceptible a través de un encadenamiento de imágenes. Pienso que es importante que los espectadores tengan esta clave de lectura. Mi proposición se sale de los caminos trillados, lo que me permite poner en marcha mi universo visual y crear así un mundo surrealista, poético e incluso psicoanalítico. Hay muchas posibilidades de aprehensión. Cada uno tiene distintas percepciones de los símbolos, pero muchas veces nos los apropiamos de manera personal».
La fuerza visual
Obra sin palabras, Alma nómada se guía por el silencio, pero también por la imágenes y un hilo melódico inspirado de la naturaleza. Para esta artista multidisciplinaria con más de treinta años en el oficio, la fuerza poética que se desprende de las imágenes reemplaza aquí la necesidad de recurrir a las palabras. «El silencio llegó muy temprano a la investigación. No me parecía necesario tener un texto. Más allá de los temores que se pueden tener frente a un espectáculo como este, es importante darse cuenta de lo mucho que habla el universo visual. En este silencio, rápidamente nos ponemos a decodificar, nos encontramos más bien en una relación de impresiones. Un poco como en un espectáculo de danza o como cuando escuchamos música. Nos dejamos llevar por las emociones que sentimos. Esto abre las posibilidades de comprensión».
Destinada a un público a partir de 12 años, la obra, según la artista, se dirige a todos. Afirma que los más pequeños son capaces de dejarse llevar por la simbología de las imágenes y el silencio, que proporcionan igualmente una línea narrativa. «Esta puerta puede ser abierta a cualquier edad. Hay que motivar a los jóvenes a explorar, a descubrir el lenguaje poético, que no es solo cuestión de palabras. La poesía es una manera de comunicar que se conecta con los sentidos. No lo puedes explicar, pero sientes cosas intensamente».
De esta manera, a través de este relato, la creadora de La mujer blanca, espectáculo sin texto ni música creado en 2012, invita a bascular hacia un estado de ánimo que se acerca, como diría ella, al sueño en vigilia. «Lo que he construido está en el orden de la mitología interior. Algo que es muy rico y para lo cual hay que abrir la puerta. Es un viaje necesario... que hay que atreverse a hacer. Osar a entrar en su interioridad y ver lo que nos habita. Allí hacemos hallazgos sorprendentes». Y todo en silencio.
Festival Internacional de las Artes de la Marioneta. Saguenay, Quebec, Canadá
Como continuación de La mujer blanca, performance visual y poético con máscara y marionetas que se presenta desde 2012, Magali Chouinard ofreció, en estreno mundial, Alma nómada, indudablemente la obra quebequense que más nos cautivó en el festival. Su universo monocromo por decirlo de alguna manera, compuesto de blancos y grises, sombras y luces, no es solo de una admirable coherencia estética, sino de una belleza y una vivacidad poco comunes. La obra, que dura 55 minutos, pone en escena un refinado diálogo entre la imagen, el dibujo, el cuerpo, la máscara y la naturaleza dentro de un cubo que se abre, se despliega y ofrece superficies que se prolongan y se superponen. Elaborado con juiciosas interpenetraciones, las correspondencias entre los discursos fílmico y marionético son fascinantes. En las secuencias elaboradas en colaboración con Olivier Bochenek, vemos aliarse naturalmente el stop motion, los dibujos en movimiento, las marionetas y las imágenes captadas en pleno bosque o bajo el agua. Los pasos del macro al micro, del primer plano al segundo plano, de la pantalla a la sala, de la imagen a la materia... todo pone de manifiesto una maestría técnica excepcional y una investigación estética tan fértil como singular. De esta búsqueda simbólica, misteriosa, onírica pero también carnal, carrera a través del tiempo y el espacio, persecución entre una mujer y un lobo, salimos con la cabeza repleta de imágenes.
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ALMA NÓMADA: ENTRE POESÍA CHAMÁNICA Y MARIONETAS-TÓTEM
[FESTIVAL MUNDIAL DE TEATROS DE MARIONETAS],23 de septiembre de 2017 ,Mathieu Dochtermann
El Festival Mundial de Teatros de Marionetas acoge de nuevo este año a Magali Chouinard, quien presenta Alma Nómada, poema visual mudo en blanco y negro. Es un trabajo complejo sobre el espacio, las formas, la escala y las técnicas, que lleva al espectador a realizar un viaje en presencia de figuras tutelares, lo invita a soñar despierto y le deja ecos que resonarán en él. Estéticamente hermoso y sensible, es reconfortante y revitalizante a la vez. Un ligero y maravilloso paréntesis en medio del festival.
En 2013, Magali Chouinard presentó el personaje de la Mujer blanca en el festival, en un espectáculo del mismo nombre. Ya para entonces se trataba de una búsqueda en un universo visual poético en blanco y negro que prescindía de palabras y caras, ya que la artista actuaba enmascarada desde su entrada en la sala de teatro hasta su despedida y salida del escenario.
Se trata pues de la depuración de una búsqueda anteriormente emprendida. Aquí la Mujer blanca se encuentra de nuevo bien lejos, en territorios extraños y poéticos, en los que la realidad se difumina lentamente hasta fundirse en un largo ensueño.
Resulta difícil relatar la historia de este espectáculo. La escritura no es lineal y no se inclina por la narración: se preocupa más por las sensaciones y por provocar en el espectador una especie de meditación silenciosa, un viaje interior. Ahora bien, si esta es la intención, el espectáculo lo logra a la perfección. Sin aburrir, a pesar de que el ritmo es más bien lento, la obra induce al público a entrar en un trance que lo lleva a superponer sus paisajes interiores a las imágenes invocadas en escena.
Desde luego, en vista de lo anteriormente descrito, esta obra es eminentemente visual. Se emplean numerosas técnicas que parecieran tener como único objetivo, más allá del innegable sentido estético, el de propiciar una mezcla de los distintos niveles de realidad, para inducir un estado de relajación. Máscara, teatro de sombras, proyección de videos, marioneta corporal, cambios de vestuario, las técnicas de funden las unas con las otras de manera que nunca sabemos lo que estamos viendo: ¿es Magali Chouinard la que está detrás del velo o es una proyección de su imagen?, ¿es un video animado especialmente delicado lo se distingue en un rincón o es la sombra de una marioneta manipulada delante de un proyector? Esta confusión permite diluir la realidad y hace posible desconcertantes efectos de zoom en los que un personaje de tamaño real puede pasar, sin transición, a miniatura en una película proyectada, para luego transformarse en marioneta.
La escenografía y la puesta en escena permiten estas fusiones y confusiones, y ofrecen, además, una búsqueda estética acromática. Unas especies de cubos de papel o de tela que se amontonan desordenadamente en el proscenio representan rocas, pero en realidad disimulan ciertos accesorios que serán útiles para el espectáculo. En el centro del escenario, destaca una estructura cúbica desplegable, elaborada con velos blancos que permite esconder o revelar aspectos de la interpretación según sea necesario y servir de soporte para la proyección de películas (reales o animadas), imágenes fijas o teatro de sombras. El conjunto es de una gran elegancia.
Hermoso espectáculo, singular y poético, que invita a una agradable inmersión en un mundo simbólico tomado de la cultura amerindia (lobo totémico que termina adoptando una forma antropomórfica, cuervo).
Una visita obligada para todos aquellos que se sientan tentados a vivir esta experiencia.
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Alma nómada:
viaje al centro de sí mismo de Magali Chouinard
La artista multidisciplinaria Magali Chouinard dice haberse inspirado en la espiritualidad origen indígena para la creación de su nuevo espectáculo.
Marie Fradette / Colaboradora / 7 marzo de 2018 /Teatro / LE DEVOIR
Sumergirse en el fondo de sí mismo para descubrir los miedos, los deseos, los lados oscuros así como los lados luminosos exige flexibilidad y apertura de espíritu. También valentía para no encerrarse en una imagen de sí mismo a veces engañosa. Con la voluntad de explorar el inconsciente y al mismo tiempo conferir una dimensión nueva y alegórica a la escena, la artista visual y multidisciplinaria Magali Chouinard hará crujir las tablas del teatro Outremont con su más reciente obra Alma nómada, en el marco del Festival de Casteliers, que tendrá lugar del 8 al 11 de marzo.
El espectáculo, armado de una simbología que deja lugar a toda posibilidad, se centra en una búsqueda tan antigua como el mundo, aquella que consiste en encontrar el niño interior. Magali Chouinard, en una conversación con Le Devoir, cuenta haberse inspirado en la espiritualidad indígena, la cual le ha dado mucho aliento al espectáculo. Sin ser una fábula o un cuento de hadas proveniente de dicha cultura, Alma nómada guarda relación con la naturaleza, con «el espíritu de los animales que guían a los indígenas y en los que encuentran correspondencias de carácter, de actitud en relación con la vida», explica la artista.
En el escenario desfilan —en forma de proyección, marionetas, máscaras— diferentes personajes, especialmente un lobo y un cuervo, quienes ilustran las distintas dimensiones que nos habitan. «Esto respondía, para mí, a esta idea de búsqueda interior, porque el lobo es un guía y el cuervo es la toma de conciencia de uno mismo, la conciencia de que uno se encuentra dentro de algo más grande que uno mismo. Son dobles internos que se encuentran, diferentes esencias de uno mismo que varían según lo que nos ocurre».
«Sin embargo, no le busquen un solo sentido a la historia que verán en escena», y añade: «Hemos hecho una puesta en escena visual y metafórica. Existe, principalmente, un hilo poético perceptible a través de un encadenamiento de imágenes. Pienso que es importante que los espectadores tengan esta clave de lectura. Mi proposición se sale de los caminos trillados, lo que me permite poner en marcha mi universo visual y crear así un mundo surrealista, poético e incluso psicoanalítico. Hay muchas posibilidades de aprehensión. Cada uno tiene distintas percepciones de los símbolos, pero muchas veces nos los apropiamos de manera personal».
La fuerza visual
Obra sin palabras, Alma nómada se guía por el silencio, pero también por la imágenes y un hilo melódico inspirado de la naturaleza. Para esta artista multidisciplinaria con más de treinta años en el oficio, la fuerza poética que se desprende de las imágenes reemplaza aquí la necesidad de recurrir a las palabras. «El silencio llegó muy temprano a la investigación. No me parecía necesario tener un texto. Más allá de los temores que se pueden tener frente a un espectáculo como este, es importante darse cuenta de lo mucho que habla el universo visual. En este silencio, rápidamente nos ponemos a decodificar, nos encontramos más bien en una relación de impresiones. Un poco como en un espectáculo de danza o como cuando escuchamos música. Nos dejamos llevar por las emociones que sentimos. Esto abre las posibilidades de comprensión».
Destinada a un público a partir de 12 años, la obra, según la artista, se dirige a todos. Afirma que los más pequeños son capaces de dejarse llevar por la simbología de las imágenes y el silencio, que proporcionan igualmente una línea narrativa. «Esta puerta puede ser abierta a cualquier edad. Hay que motivar a los jóvenes a explorar, a descubrir el lenguaje poético, que no es solo cuestión de palabras. La poesía es una manera de comunicar que se conecta con los sentidos. No lo puedes explicar, pero sientes cosas intensamente».
De esta manera, a través de este relato, la creadora de La mujer blanca, espectáculo sin texto ni música creado en 2012, invita a bascular hacia un estado de ánimo que se acerca, como diría ella, al sueño en vigilia. «Lo que he construido está en el orden de la mitología interior. Algo que es muy rico y para lo cual hay que abrir la puerta. Es un viaje necesario... que hay que atreverse a hacer. Osar a entrar en su interioridad y ver lo que nos habita. Allí hacemos hallazgos sorprendentes». Y todo en silencio.